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miércoles, 15 de abril de 2009

Las células de la ilusión

La eterna juventud es la ambición de muchos y La Prairie el destino de quienes creen que es posibleDomingo 19 de noviembre de 2000 | Publicado en edición impresa

En 1930, el doctor Paul Niehans inauguró la clínica La Prairie en una residencia frente al puerto de Clarens, sobre las aguas azules del lago Leman

Henri se pescó una fuerte gripe durante las vacaciones en Roma así que su esposa decidió acelerar el viaje a Montreux, que de todos modos estaba incluido en el itinerario de noviembre.

Ambos nacieron en México, pero llevan décadas viviendo en San Diego. Exactamente, desde que Henri extendió los dominios comerciales de su fábrica de cerraduras para puertas y ventanas. El ya está retirado de la vida laboral y como Francis posee una agencia de turismo con muchos empleados, suelen darse el gusto de holgazanear por el viejo continente sin fecha ni rumbo fijos. Suiza es su único destino obligado. Hicieron las reservas para la última semana de octubre. Un Mercedes Benz pasó a buscarlos por el aeropuerto de Ginebra y luego de una hora ya estaban alojados en una elegante suite de La Prairie, la clínica más cara del mundo donde llegan cada dos años para someterse a un shock revitalizante.

-Tú no te imaginas lo que es capaz de hacer este chamaco con tal de no envejecer -dice Francis, una dama robusta y varias décadas menor que su consorte, al que espera pacientemente en la antesala del restaurante de la planta baja del moderno edificio construido en 1991. Henri aún está arreglándose para el almuerzo. El peregrinaje de este Peter Pan acatarrado que no bebe ni fuma ni se duerme más allá de las nueve, comenzó una mañana, cuando advirtió frente al espejo que las manecillas de su reloj biológico se estaban acelerando. En rigor, apenas rondaba los 40 y sobriamente llevados, pero él vio una tormenta cronológica desatándose entre los pliegues de sus párpados. Eso fue devastador. En los salones de estética pudieron solucionar los primeros signos de madurez, hasta que un día la papada se derrumbó sobre el cuello de la camisa liquidándole por completo la moral. Inmediatamente sacó dos pasajes en avión y partió a Rumania con su amigo Chucho Cuevas para consultar a la mismísima doctora Aslan, que en condiciones muy precarias los albergó en su domicilio y los sometió a inyecciones y pastillas durante una tortuosa semana. Nunca supo a ciencia cierta de qué estaban hechos aquellos raros preparados, básicamente, porque la célebre cosmetóloga no hablaba inglés y ellos mucho menos el rumano. Sea como fuere, los resultados no aparecieron por ningún lado.

Ya a mediados de la década del 80 la industria farmacéutica empezó a divulgar información sobre la profilaxis anti-edad y hojeando una revista científica supo que personajes como Winston Churchill, Marlene Dietrich, Frank Sinatra y Charles de Gaulle habían probado en Suiza la milagrosa terapia del doctor Paul Niehans. No entendía muy bien cuál era la novedad, pero Henri ya no repara en gastos si se trata de permanecer con dignidad en la tierra. Es de los que se entregan con los ojos cerrados a la ciencia. Chucho Cuevas se había dado por vencido espantado por los dolores, así es como se instaló solo en la residencia con vista al lago Leman, en cuyas aguas suelen navegar unos vaporosos cisnes blancos.

Tras un chequeo de rutina recibió su primera dosis de células vivas extraídas de un feto de oveja y trituradas en una solución líquida. El tratamiento consistía en la aplicación de seis inyecciones en cada nalga. Y cada una del tamaño de un tubo de pasta dentífrica. Aquellas experiencias, recuerda, eran un verdadero martirio y a veces desembocaban en reacciones secundarias indeseables. Por ejemplo, a los pacientes les tomaba días volver a sentarse con naturalidad. Pero con el transcurrir de los meses fueron la panacea para el alma desahuciada de Henri. Y también para su estado físico. Si bien no pudo con la calvicie y los postres, hoy hace gala de un aspecto bastante parecido al de un niño septuagenario. No en vano hace 18 años vuela puntualmente a La Prairie en busca de su porción de juventud, como miles de hombres y mujeres del planeta dispuestos a pagar cualquier precio con tal de no convertirse en abuelos de bastón y chancletas.

La vista al Leman es magnífica desde cualquier ángulo. Los 15 kilómetros que rodean el lago de Montreux a Vevey conforman la auténtica riviera suiza. No sólo por la generosidad de la naturaleza, sino porque las sucesivas administraciones comunales han sabido mantener el discreto encanto de un selecto balneario de principios de siglo. Con sus mansiones abuhardilladas precipitándose por las laderas de las montañas en dirección a la bahía, entre bancos de cipreses y magnolias que resisten asombrosamente tupidos los primeros fríos del otoño.

En 1930, el doctor Niehans inauguró su clínica en una residencia detrás de un jardín y frente al puerto de Clarens, a escasos metros del centro comercial de Montreux. En los tres pisos distribuyó el gabinete, el sector de consultorios e internación. Pero a fines de siglo pasado la creciente demanda y el auge del confort cinco estrellas dejaron obsoletas esas instalaciones, obligando a Armin Mattli, el nuevo propietario -un multimillonario que vive en la Florida y que se aplica puntualmente su ración de células- a levantar un coloso de vidrio que, aunque funcional, contrasta bastante con el estilo arquitectónico del lugar. Allí se trasladaron los servicios médicos, se agregaron dos quirófanos y tecnología para satisfacer todas las especialidades, un departamento de asesoramiento estético, un restaurante, piscina y baños turcos. En el estrictísimo ambiente de la medicina suiza la palabra publicidad está mal vista, y lo cierto es que Niehans no hubiera imaginado nunca que su modesto centro de salud devendría una especie de meca de la jovialidad.

En principio, porque la primera vez que inyectó células de un animal a un ser humano fue en ocasión de salvarle la tiroides a un paciente con serios desórdenes glandulares. De esa manera, suplía las funciones de dicha glándula. Fue un éxito la intervención y Niehans alcanzó merecido prestigio entre sus pares. Continuó aplicando la técnica en casos de enfermedades, pero durante los meses posteriores a las intervenciones las personas mayores confesaban sentir los borbotones de energía. No era éste el primer indicio acerca de las facultades curativas del tejido animal obtenido de ciertos órganos trasplantados al hombre. A los 72 años, el fisiólogo Charles Séquard les provocó un dolor de cabeza a los miembros de la Sociedad de Biología de París al anunciar sin pruritos, durante una convención celebrada el 1º de junio de 1889, que su alicaída actividad sexual había sido revigorizada gracias a una serie de inyecciones subcutáneas de un extracto obtenido a partir de los testículos de perros recién muertos. Sin duda, eso sugería un proceso de rejuvenecimiento. La extravagante confesión sirvió al menos para comprender lo que se llama concepto de signos biológicos, ejercidos por las hormonas y que juegan un papel importante dentro de las interacciones de las células del sistema inmunitario.

Las observaciones estimularon a Niehans a usar su método para retardar los efectos de la decrepitud, pues a su saber el extracto ovino también evidenciaba la virtud de realentar las funciones que decaen en el ocaso de la vida. Y es de imaginar que el hombre probó de su propia medicina, ya que trabajó afanosamente hasta 1965, cuando expiró a los 99 años y de puro viejo.

Al adquirir Mattli la clínica impartió instrucciones para que el cuerpo médico continuara con el mecanismo original de inyectar células inmediatamente extraídas, mezcladas con una solución y por vía intramuscular. Pero paralelamente, en otros institutos europeos intentaron emular la bendita pócima y algunos con resultados nefastos. Sin ir tan lejos, en Alemania murieron decenas de personas víctimas de shocks anafilácticos luego de haber recibido una dosis mal copiada de la fórmula suiza. Inquietos por los rumores de las sociedades científicas y las acusaciones de la prensa, las autoridades sanitarias comenzaron a dudar del tratamiento. Rápido de reflejos y previendo la pérdida de clientela, en 1984 Mattli invirtió en un programa de investigaciones destinado a conocer el impacto de las sustancias fetales en los vericuetos del envejecimiento. Para tales fines contrató a un anciano experto en inmunología egresado de la universidad de Heidelberg que había pasado por las instituciones más reputadas y que estaba a punto de jubilarse para disfrutar sus días finales a orillas del Leman. Otto Westphal, sin embargo, organizó el Instituto Internacional de Investigaciones La Prairie e inició una serie de cambios importantes en cuanto a procedimientos. Por ejemplo, se redujo el número de inyecciones y en la actualidad con dos aplicaciones cada dos años es suficiente. Una oveja es capaz de satisfacer las ambiciones de perennidad de quince individuos, y esto ha sido posible gracias a que el extracto se concentró en los compuestos biológicos necesarios para obtener los resultados buscados. Ahora se sacan células del hígado del feto -que tiene más propiedades benéficas- y luego se centrifugan hasta liberarlas por completo de virus y bacterias peligrosas. Un matrimonio de pastores y una corte de veterinarios vigilan la salud de 174 mullidas ovejitas marrones de la variedad Brun Noir du Pays, que pastan ingenuamente en una granja ubicada en la región de Gruyére donde también se fabrica queso.

Marie Ange Nicolett camina todas las mañanas ida y vuelta los diez kilómetros que separan su casa del trabajo en la clínica de Clarens. Caigan truenos o nieve, sus largas piernas sin una sola liínea azulada marchan dentro de unas zapatillas durante poco más de una hora. Y le encanta decir que tiene 58 años y reconfirmar la cifra ante los ojos alunados de alguna interlocutora bien marchita. Durante 38 años regenteó un instituto de belleza en Ginebra y fue pionera en la lucha contra la celulitis y las estrías cuando del tema ni siquiera se hablaba en la industria cosmética europea. Ahora está a cargo del Beutymed, el programa de asesoramiento estético agregado al menú desde que crecen las consultas acerca de poros dilatados o pieles pringosas. Su secreto, dice, es caminar, tomar agua, comer según la pirámide alimentaria y, aunque vaya en contra de esos principios tan naturales, aplicarse células de fetos de oveja Brun Noir du Pays cada dos años. No está dispuesta a peinar canas, y por las dudas la acusen de frívola, aclara que la sabiduría es lo más importante.

"No bebo, no fumo. Y si la ciencia te da una oportunidad de alcanzar una buena madurez, ¿ por qué no aprovecharla? -dice, mientras una dama tunecina fuma un puro envuelta en la robe de toalla blanca e interrumpe la conversación para decir que justamente ha venido para ver si puede liberarse del vicio y de las cataratas-. Lo importante es encontrar el equilibrio: si uno está bien de salud y satisfecho con su cuerpo, también lo estará por dentro", agrega, y asiente la espectadora mientras el salón se llena de pacientes desesperados por pitar cigarros en el único lugar autorizado.

En la última semana de octubre la ocupación fue parcial, pero los empleados venían de unas temporadas muy intensas. Desde que Niehans lanzó al mercado su descubrimiento han pernoctado en las cómodas habitaciones cerca de 70.000 personas de todas partes del mundo que, en la actualidad, abonan por una semana de tratamiento y alojamiento alrededor de 12.000 dólares. Esto incluye un riquísimo menú de 1200 calorías diarias que, con suerte, se soporta sin necesidad de hacer algunas escapadas furtivas a las boulangeries de Montreux. Las consultas a odontólogos, ginecólogos, cardiólogos, dermatólogos, etcétera. se pagan por separado como cualquier ciudadano suizo cuyo seguro incluye ciertas prestaciones de la clínica. El abanico de ofertas salubres es infinito. A veces suena intimidatorio. El vocabulario de los catálogos del departamento de cirugía plástica, por ejemplo, promueve una artillería pesada para reducir, borrar, cambiar, agrandar o desintegrar el semblante, según se interprete. Electroridopuntura, blefaroplastia, abdominoplastia, facelit, ácido hialurónico, botox. Y cosas así. Sin embargo, unas cuantas señoras en trance posoperatorio aguardan su turno en la sala con la naturalidad de quien va a la feria y pide tomates.

Según las estadísticas que maneja Nicole Hungerkamp, responsable de coordinar las distintas áreas e introducirlas en el sistema de la hotelería que pretende el directorio, sólo el 20% de las personas viaja para consultar por alguna de estas operaciones, en cambio el 50% de reservas es exclusivamente para celuloterapia. El resto va por el beutymed y variadas especialidades, como la ortopedia. El mismo informe revela que los principales adictos a la revitalización mediante embriones son los ciudadanos de Estados Unidos. Le siguen Francia, y en tercer lugar, muy parejos en el puesto, China y la Argentina. Las cifras no son exactas aunque estiman que al menos cien argentinos se desplazan hasta este paraje alpino cada año y tan fieles resultan como clientes que La Prairie decidió otorgarle hace 20 años a Willie Carballo la única representación en América del Sur.

Ignotos y famosos viajan a hurtadillas cuando se trata de un lifting o una descarga de colágeno. Y con bombos y platillos para demostrar que les sobra mundo o ingresos para internarse en un spa de semejante categoría. Por supuesto, los empleados de La Prairie desconocen sus identidades, pero enseguida advierten su país de procedencia: los figurines se encierran en el cuarto hasta que baje la hinchazón y los menos estructurados pasean por el lobby enfundados en joggins de tela de avión. Algunos son dóciles, otros en cambio no consiguen ajustarse al milimétrico programa de actividades diarias que sólo puede cancelarse por escrito y con la suficiente antelación. Pero ese régimen escolar parece ser el único modo de tener bajo la horma del zapato a una cuadrilla de individuos con expectativas y culturas tan caprichosas. "Los europeos quieren ser jóvenes en su interior, en cambio los americanos y los argentinos se preocupan más por lo exterior -sentencia, y parece que con conocimiento de causa, Thierry Wälli, responsable médico de la institución-. Los argentinos vienen por la revitalización, porque pienso que en materia de salud tienen una muy buena medicina en su país. Vienen cada dos años y son muy extravertidos. Piden que los atienda el mismo doctor, la misma cosmetóloga, el mismo chofer, la misma enfermera, como si fueran una familia." En cuanto al doctor Wälli, no es en absoluto un esclavo de su imagen, sino de su origen, así que le cabe perfectamente su propia conclusión. La susceptibilidad al error es una obsesión nacional y tal vez por pura educación se ha enrolado como voluntario del programa de investigaciones de la clínica. Como otros empleados, se inyecta con frecuencia los nuevos cócteles celulares para comprobar en carne propia su evolución. Admite que los resultados no se manifiestan a corto plazo y que él, en realidad, no siente nada. "Lo único que puedo decir es que a mí siempre me sale un herpes en la boca y en los períodos de aplicación, desaparece. Eso significa que el sistema inmunológico funciona bien. Otros dicen que sí, que se sienten inmediatamente activos, pero eso es subjetivo. Sabemos que el sistema inmunológico también depende de la psiquis. Si se tiene una salud mental sólida usted no va a ser un enfermo."

De todos modos, crecer no es fácil para nadie. Y lo peor del envejecimiento, como decía Oscar Wilde, es que se sigue siendo uno mismo toda la vida mientras por fuera el cuerpo acaba igual que un pergamino. Hacen falta unos pies bien pegados a la tierra para pasar por este mundo sabiendo que se ha sido feliz, más que bello o desesperadamente joven.

Famosos re-vitales

Desde que el doctor Paul Niehans le aplicó al papa Pío XII su cóctel de células frescas, muchos personajes ilustres y no tanto se animaron a viajar a Suiza para beber un poco del agua que mana de esa fuente de eterna juventud. Jean Paul Belmondo, Alain Delon, Ronald Reagan y Catherine Deneuve, que allí se aplicó un tejido de hilos de oro para las arrugas. También Sharon Stone, Margaret Thatcher, Isabelle Adjani, y algunos cuantos argentinos no menos estelares. Allá recuerdan las peripecias de Diego Maradona y su extravertida comitiva. Entre los habitués se encuentra Guillermo Cóppola, que ha ido tres veces y siempre bien acompañado; Mirtha Legrand, que ha ido regularmente en los últimos años; Zulema Yoma, también, y aunque siempre ha sido reticente a confesar sus artilugios para acicalar su imagen, al menos Carlos Menem reconoció que compartió allí un almuerzo con amigos en un alto de una de sus giras. Susana Giménez sólo fue una vez con su amiga Teté Coustarot, que asegura, no ve la hora de volver.

Texto: Marina Gambier
Agradecemos a Swissair


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